A nivel global, el incremento de la esperanza de vida ha resultado en poblaciones cada vez más envejecidas. Este fenómeno ha llevado, a su vez, al aumento de las enfermedades neurodegenerativas. Entre estas, la enfermedad de Parkinson (EP), que se destaca como la segunda más prevalente después del Alzheimer, impactando a más de 10 millones de individuos alrededor del mundo. La EP se distingue por ser un trastorno neurodegenerativo progresivo que compromete el movimiento, el equilibrio, la coordinación y otras capacidades motoras. Los síntomas de la enfermedad de Parkinson pueden variar de persona a persona, pero hay cambios visibles que pueden incluir: temblores, rigidez, lentitud, dificultad para caminar y hablar. Clínicamente, se manifiesta como un cuadro progresivo de enlentecimiento (bradicinesia) y rigidez, usualmente de predominio unilateral, asociado a un alto porcentaje de los pacientes con temblor de reposo.
También puede provocar problemas emocionales, de comunicación, del sueño y del sistema nervioso autónomo, que afectan a la calidad de vida de los pacientes. La EP es secundaria a la degeneración progresiva de diversas regiones cerebrales. De ellas, la más afectada es la sustancia nigra pars compacta, donde se encuentran los somas de las neuronas dopaminérgicas que proyectan al estriado, para ejercer allí el efecto modulador de este neurotransmisor sobre los ganglios basales.
La enfermedad de Parkinson se debe a la pérdida de neuronas dopaminérgicas y se caracteriza neuroquıímicamente por la pérdida de neurotransmisores cerebrales monoaminérgicos, en particular dopamina, un neurotransmisor que regula la actividad motora.
El diagnóstico de la enfermedad de Parkinson puede ser difícil, porque la certeza diagnóstica es baja en los pacientes con EP idiopática. En ocasiones, requiere de varios años de evolución de las manifestaciones motoras para poder establecer con certeza el diagnóstico, especialmente en sus primeras etapas. El neurólogo debe basarse en los antecedentes médicos, los síntomas y un examen neurológico y físico del paciente. Es importante que el neurólogo que hace el seguimiento del paciente sea siempre el mismo, y sea un neurólogo especialista en trastornos del movimiento. De esta manera se tendrá un mejor control y seguimiento de la enfermedad. Sabemos que la EP no tiene cura, pero existen tratamientos que pueden aliviar los síntomas y mejorar la calidad de vida de los pacientes. Por eso es muy importante hacer el diagnóstico precoz de la enfermedad. Todos los pacientes con enfermedad de Parkinson tienen parkinsonismo, pero no todos los parkinsonismos se deben EP. Antes, deben descartarse otras posibles causas de los síntomas, como son, otros tipos de parkinsonismos, temblor esencial, efectos secundarios de medicamentos o exposición a toxinas.
Los parkinsonismos atípicos son enfermedades diferentes, entre ellas podemos mencionar la parálisis supranuclear progresiva (PSP), la atrofia multisistémica (AMS), la degeneración córtico basal (DCB). Estas son algunas de las enfermedades que el médico tiene que considerar como posibles alternativas diagnósticas. Cuando el neurólogo refiere que el paciente tiene parkinsonismo, quiere decir que tiene los síntomas, pero que posiblemente tiene dudas si son o no debidos a la enfermedad de Parkinson. En estos casos tiene un protagonismo importante el rol de las neuroimágenes en la EP, entre las técnicas de diagnóstico por imagen más utilizadas para el diagnóstico de Parkinson, se encuentran la resonancia magnética funcional (RMf), la ecografía cerebral, y las imágenes moleculares como la tomografía por emisión de positrones (PET) y la tomografía computarizada por emisión de fotón único (SPECT). Las imágenes moleculares se destacan principalmente por su capacidad para detectar los cambios celulares que ocurren en estadios tempranos de la enfermedad, a menudo, mucho antes que otras técnicas de imagen. Estas técnicas permiten visualizar, el sistema dopaminérgico en el cerebro, que es el que se ve afectado por la degeneración de las neuronas productoras de dopamina en la EP.
El TRODAT-1 detecta los cambios en la concentración de DAT en el cuerpo estriado en pacientes con EP, podemos observar los cambios en la concentración contralateral al lado sintomático y por otra parte la determinación ipsilateral al lado enfermo, que suministra información relacionada con enfermedad de Parkinson asintomática.
Estas técnicas, como el PET y el SPECT pueden detectar de forma precoz la enfermedad de Parkinson, información que requeriría métodos más invasivos como una biopsia o cirugía. Uno de los aspectos más valorados es que le ayudan al médico a identificar la enfermedad en sus estadios más tempranos, a menudo antes de que aparezcan síntomas o de que otras pruebas diagnósticas puedan detectar anormalidades, lo que podría facilitar el inicio de tratamientos preventivos. Además, ayudan a diferenciar, el parkinsonismo de otras patologías que también causan los movimientos anormales. Por lo tanto, el diagnóstico por imagen contribuye a un diagnóstico más preciso y personalizado en cada paciente.
Para mayor información consultar en Tecnonuclear