miércoles 11 diciembre, 2024

Historia, presente y futuro de la medicina nuclear

Mayo 2009

El doctor Osvaldo Degrossi es uno de los mayores expertos en medicina nuclear en el país. Con más de cincuenta años en la disciplina, fue Jefe del Servicio de Medicina Nuclear de Hospital de Clínicas, Jefe en el Hospital Alemán y en el Instituto Argentino de Diagnóstico y Tratamiento. En esta entrevista con Revista Diagnóstico, hace un balance del desarrollo de la medicina nuclear en nuestro país, habla del presente y el futuro de la especialidad y de la relación con el crecimiento del diagnóstico por imágenes a partir de los avances tecnológicos.

¿Por qué no nos comenta, sintéticamente, los comienzos del desarrollo de la medicina nuclear en Argentina?
La medicina nuclear no se inició por acción de la medicina sino por impulso de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). En ese entonces el departamento respectivo estaba a cargo del ingeniero Celso Papadopulos. En el año 1954, la CNEA hizo hacer tres equipos para captación de diodos radiactivos y medir muestras de sangre. Los tres equipos fueron puestos en tres servicios importantes en la Ciudad de Buenos Aires. Uno fue al Hospital de Clínicas, en la cátedra cuarta de medicina, el otro fue al Hospital Rivadavia al servicio de endocrinología y el tercero se le ofreció al doctor Rodolfo Pascualini que era director del Instituto Nacional de Endocrinología. Pero como, al mismo tiempo, el tenía la cuarta cátedra de clínica médica que funcionaba en el Hospital Rawson, prefirió que lo pusieran ahí, para otorgarle mayor proyección. El equipo para muestras líquidas se le entregó al laboratorio de hematología del Hospital Rivadavia, que lo llevaba adelante el profesor Etcheverry. Claro, no eran los jefes los que manejaban eso sino la gente que podía dedicarse a ello, es decir, personal en tres servicios de endocrinología y uno de hematología. En el año 1958 la CNEA organizó en mayo y junio, fulltime, el primer curso de aplicación de radioisótopos. Del Rawson fuimos cuatro personas: el doctor Francisco Diez, la doctora Rosados, un técnico, Merodio, una persona muy capaz, y yo. Había gente de todo el país, estaba la doctora Victoria Goldberg, que realizó una tarea importante en endocrinología, había ingenieros, químicos, físicos y una persona que hizo una carrera muy provechosa en la comisión, el doctor Altschuller. Cuando terminó el curso, me ofrecieron quedarme en le comisión porque necesitaban médicos. Y así fue que trabajé allí más de 35 años. Empezamos a hacer otros desarrollos distintos, fundamentalmente en endocrinología, haciendo foco en algunas otras áreas para que se expandiera la medicina nuclear. En el año 1963 pasé a trabajar en el Hospital de Clínicas, donde después fui Jefe del Servicio de Medicina Nuclear y al mismo tiempo fui Jefe en el Hospital Alemán y en el Instituto Argentino de Diagnóstico y Tratamiento.

¿Cuál es la situación actual de la especialidad?
Está sufriendo un cambio muy importante. El problema fundamental es que, antes, la mente era lo más importante: pensar en investigaciones a través de equipamientos mínimos. Acá vinieron muy grandes expertos del exterior a desarrollar estudios; uno de los más notables fue Norman Beall, con quien tuve la suerte de trabajar un par de veces en algunas marcaciones nuevas, en grasas marcadas y proteínas. En aquella época tuvimos mucha proyección internacional porque éramos uno de los principales países en Latinoamérica. Después comenzó la cuestión del equipamiento en la parte tecnológica que se superaba continuamente y la incidencia de los productores para que se comprara el último modelo del mismo. Más adelante se pasó a la Centellografía, primero convencional y después con Cámara Gamma. Luego llegó la tomografía de la centellografía, a través de los SPECTS y, por último, apareció el PET. Actualmente, la nueva tecnología es la suma de imágenes; es decir, la combinación de imágenes de medicina nuclear con tomografía computada o resonancia magnética. Muchos detractores dicen que la medicina nuclear tiene poco curso. Esto es inexacto ya que, aparte de nuevos isótopos y nuevas aplicaciones sobre todo para estadificación tumoral, en este momento se ha desarrollado un gran avance en la parte de terapia. Esto se ha logrado a través de: análogos de hormonas, marcadas con un trazador y anticuerpos monoclonales, contra determinado antígeno tumoral, que permiten llegar al tumor. También es importante el desarrollo en las terapias para el dolor de metástasis óseas, a través de bifosfonatos marcados o análogos del calcio.

¿Cómo se relaciona la especialidad con el crecimiento del diagnóstico por imágenes y las posibilidades emergentes a partir de los equipos digitales?
Actualmente casi todos los sistemas de imágenes se encuentran digitalizados y esto permite acceder a diferentes estamentos. Ya sea, por ejemplo, si los médicos clínicos y oncólogos se actualizan rápidamente pueden recibir información on line, se pueden realizar consultas a distancia y demás. Precisamente, con estos nuevos aportes tecnológicos, la capacidad de sensibilidad se ha intensificado mucho. Por ejemplo, el flúor-18 que demuestra áreas de hipermetabolismo que pueden ser, metástasis o no, decisivas de un tumor. Eso lleva a que la conjunción con tomografía aumente la posibilidad de diagnóstico o de estadificación. Y a eso se suma la parte de tratamiento. Porque si el diagnóstico le dice que una molécula entra a la metástasis o al tumor, marcado con un adecuado trazador beta, se puede obtener una terapia. Cada vez hay más desarrollo en medicina molecular de vista al futuro, ¿cómo se encuentra este aspecto relacionado con la medicina nuclear? Las principales revistas de medicina nuclear del mundo le han agregado a su denominación el concepto de molecular y ya hay muchos trabajos al respecto. Hay desarrollos de equipos especiales, SPECTS para trabajar en animales que son muy pequeños y permiten ver las paratiroides de una rata en forma perfecta y a través de una centellografía. Esto, obviamente, en el futuro se va a trasladar al ser humano.

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